Reine Maria Santìsima y el Sacro Rosario
Viva Maria Viva el Rosario Viva Santo Domingo que lo ha fundado.
Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix.
Nostras deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
Por el especial designio de la infinita misericordia de
Dios, María Santísima reveló al gran Santo Domingo
de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos,
un medio fácil y seguro para nuestra salvación:
el santo Rosario.
Dios, María Santísima reveló al gran Santo Domingo
de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos,
un medio fácil y seguro para nuestra salvación:
el santo Rosario.
Rayos y truenos para reforzar la predicación
Con ánimo renovado, el ferviente fundador de los Dominicos se dirigió de inmediato a la Catedral de Toulouse, para hacer una prédica. No bien cruzó el umbral del templo, las campanas empezaron a repicar por obra de los ángeles, para reunir a los habitantes de la ciudad.
Tan luego comenzó a hablar, nubes espesas cubrieron el cielo y se desató una terrible tempestad, con truenos y relámpagos, agravada por un pavoroso temblor de tierra. |
El temor de los asistentes aumentó cuando una imagen de la Virgen, situada en un vistoso lugar, levantó los brazos tres veces para pedir la venganza de Dios contra ellos, si no se convertían e imploraban su protección.
El santo Predicador rogó la misericordia de Dios y la tempestad cesó, permitiéndole hablar con toda calma sobre las maravillas del Rosario.
Los habitantes de Toulouse se arrepintieron de sus pecados, abandonaron el error y comenzaron a rezarlo. En consecuencia, grande fue el cambio en las costumbres de esa ciudad.
A partir de entonces, Santo Domingo se dedicó a predicar esta devoción, invitando a sus oyentes a rezarlo con fervor todos los días. Así, obtuvo que la misericordia de la Santísima Virgen cubriera las almas y las transformara profundamente.
María fue así la verdadera vencedora de los errores de los albigenses.
Un sermón escrito por la Santísima Virgen
El Beato Alano describe una aparición de Santo Domingo, de la cual relata el siguiente episodio: Él se encontraba rezando el Rosario en la Catedral de Notre Dame de París, preparándose para hacer un sermón sobre San Juan Evangelista. Entonces se le apareció la Santísima Virgen y le entregó un pergamino, diciéndole: “Domingo, por bueno que sea el sermón que decidiste predicar, aquí traigo otro mejor".
Muy contento leyó el pergamino, agradeció de todo corazón a María y se dirigió al púlpito para comenzar la prédica. Tenía frente a sí a los profesores y alumnos de la Universidad de París, además de un gran número de personas de importancia.
Sobre el Apóstol San Juan afirmó únicamente que había merecido ser elegido como guardián de la Reina del Cielo. Enseguida añadió: “Señores y maestros ilustres, están ustedes acostumbrados a escuchar sermones elegantes y sabios, pero no quiero yo dirigirles las doctas palabras de la sabiduría humana, sino mostrarles el Espíritu de Dios y su virtud".
Y entonces Santo Domingo se puso a explicar el Avemaría, tal como le había enseñado la Virgen, conmoviendo profundamente aquel auditorio de hombres cultos.
¡No deje nunca de rezarlo!
Acatando fielmente esa exhortación del Papa, nunca deje de rezar el Rosario con el pretexto de tener muchas distracciones involuntarias, o falta de interés por rezarlo, o mucho cansancio, o falta de tiempo, o cualquier otro motivo. Para rezarlo bien no es necesario tener consolaciones ni lograr una aplicación continua de la imaginación, o un simple gusto. Bastan la fe pura y la buena intención.
¡Mire cuántos beneficios nos proporciona la recitación del Rosario!
• Nos eleva al conocimiento perfecto de Jesucristo.
• Purifica nuestras almas del pecado.
• Nos lleva a la victoria sobre todos nuestros enemigos.
• Nos facilita la práctica de las virtudes.
• Nos inflama el amor de Jesucristo.
• Nos enriquece de gracias y méritos.
• Nos proporciona los medios para pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres.
• Purifica nuestras almas del pecado.
• Nos lleva a la victoria sobre todos nuestros enemigos.
• Nos facilita la práctica de las virtudes.
• Nos inflama el amor de Jesucristo.
• Nos enriquece de gracias y méritos.
• Nos proporciona los medios para pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres.
A todo lo cual agrega San Luis de Montfort: “Aunque te encuentres al borde del abismo o con un pie en el infierno, aunque estés endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano te convertirás y te salvarás con tal que reces devotamente todos los días el santo Rosario, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de tus pecados".
(Revista Heraldos del Evangelio, Oct/2004, n. 15, p. 34 a 38)
No hay comentarios:
Publicar un comentario